Ecosistema terrestre en Filipinas

Los ecosistemas terrestres se diferencian de los acuáticos por la presencia predominante de suelo en lugar de agua en la superficie y por la extensión de las plantas por encima de esta superficie de suelo/agua en los ecosistemas terrestres. Existe una amplia gama de disponibilidad de agua entre los ecosistemas terrestres (incluyendo la escasez de agua en algunos casos), mientras que el agua rara vez es un limitante para los organismos en los ecosistemas acuáticos. Dado que el agua amortigua las fluctuaciones de temperatura, los ecosistemas terrestres suelen experimentar mayores fluctuaciones de temperatura diurnas y estacionales que los ecosistemas acuáticos en climas similares[2].

Los organismos de los ecosistemas terrestres tienen adaptaciones que les permiten obtener agua cuando todo el cuerpo ya no está bañado en ese fluido, medios para transportar el agua desde los sitios limitados de adquisición al resto del cuerpo y medios para evitar la evaporación del agua de las superficies corporales. También tienen rasgos que les proporcionan soporte corporal en la atmósfera, un medio mucho menos boyante que el agua, y otros rasgos que los hacen capaces de soportar los extremos de temperatura, viento y humedad que caracterizan a los ecosistemas terrestres. Por último, los organismos de los ecosistemas terrestres han desarrollado muchos métodos de transporte de gametos en entornos en los que el flujo de fluidos es mucho menos eficaz como medio de transporte[cita requerida].

Ecosistema terrestre de pastizales

Los ecosistemas se clasifican en muchos tipos y se clasifican en función de una serie de factores. Hablaremos de los principales tipos de ecosistemas e intentaremos comprender en qué se basan estas clasificaciones. También es esencial conocer los distintos factores que diferencian a los ecosistemas entre sí.

  Ecosistemas de aguas dulces

En general, los ecosistemas pueden clasificarse en dos clases: naturales y artificiales. Los ecosistemas artificiales son regiones naturales afectadas por las interferencias del hombre. Son lagos artificiales, embalses, municipios y ciudades. Los ecosistemas naturales se clasifican básicamente en dos grandes tipos. Son el ecosistema acuático y el ecosistema terrestre.

Los componentes abióticos consisten en el clima o los factores del clima como la temperatura, la luz, la humedad, las precipitaciones, los gases, el viento, el agua, el suelo, la salinidad, el sustrato, los minerales, la topografía y el hábitat. El flujo de energía y el ciclo del agua y los nutrientes son fundamentales para cada ecosistema de la Tierra. Los componentes no vivos preparan el escenario para el funcionamiento del ecosistema.

Características del ecosistema terrestre

El criterio A distingue si la cubierta terrestre actual es con o sin cobertura vegetal, masas de agua dulce o ecosistemas dominados por el hombre (Tabla 1). Dentro de cada una de estas amplias categorías de cobertura/uso de la tierra, hicimos distinciones posteriores en nuestro marco (Tabla 1) utilizando criterios secundarios. Las unidades terrestres antropogénicas se separaron sobre la base del tipo de actividad humana que impulsa los intercambios de energía y materia (criterio B). Nuestro criterio B se refiere únicamente a los ecosistemas asociados a la cubierta terrestre antropogénica (Tabla 1), por lo que carecen de la mayor parte de la cubierta vegetal nativa histórica. También incluimos aquí los ecosistemas novedosos originados por el establecimiento masivo, espontáneo o deliberado, de especies exóticas, sin posibilidad de volver a la composición de especies y la estructura del ecosistema históricas originales sin una costosa intervención humana (Hobbs et al. 2006).

  Investigando los ecosistemas

El criterio C comprende los humedales de agua dulce, según la saturación de agua del suelo (Tabla 1). Hemos reconocido dos tipos principales de ecosistemas de humedales (acuáticos y telmáticos), que representan las amplias categorías de humedales de aguas poco profundas y semiterrestres (Wheeler 1999; Wheeler y Proctor 2000). Por razones de simplicidad, hemos ignorado en esta clasificación las marismas, que se encuentran en la interfaz entre los entornos terrestres y marinos, pero podrían incorporarse fácilmente al sistema de clasificación utilizando categorías adicionales.

Ejemplos de ecosistemas terrestres

En general, se acepta que un ecosistema es un sistema interactivo de biota y su entorno físico asociado. Los ecologistas tienden a pensar en estos sistemas como identificables a muchas escalas diferentes con límites seleccionados para resaltar las interacciones internas y externas. En este sentido, un ecosistema acuático podría identificarse por el predominio del agua en la estructura interna y las funciones de una zona. Tales sistemas incluyen intuitivamente arroyos, ríos, estanques, lagos, estuarios y océanos. La mayoría de los ecologistas y reguladores medioambientales también incluyen los humedales con vegetación como miembros del conjunto de ecosistemas acuáticos, y muchos piensan en los sistemas de acuíferos subterráneos como miembros potenciales del conjunto. “Ecosistemas acuáticos y terrestres relacionados” es una frase que reconoce la imposibilidad de analizar los sistemas acuáticos sin tener en cuenta los vínculos con los entornos terrestres adyacentes.

La inclusión de “ecosistemas terrestres relacionados” para este estudio es un reflejo del estado de la ciencia que reconoce la multitud de procesos que vinculan los sistemas terrestres y acuáticos. Los ecologistas fluviales conocen desde hace tiempo las importantes conexiones entre los ríos y sus llanuras de inundación (Junk et al., 1989; Stanford et al., 1996). Los flujos de agua, nutrientes y sedimentos procedentes de las cuencas hidrográficas circundantes están muy influidos por las condiciones de la llanura de inundación. A la inversa, el valor del hábitat vegetal y animal de la llanura de inundación y el suministro de sedimentos y la fertilidad suelen estar determinados por la hidrología del río. Actualmente se entiende que este mismo tipo de relación entre el sistema terrestre y el acuático influye en muchas de las funciones de los humedales que motivan los esfuerzos de gestión (Wetzel, 2001). Los ecologistas de humedales han debatido durante años sobre el reconocimiento adecuado de la capacidad y la oportunidad de realizar funciones al realizar evaluaciones de los humedales. Un ejemplo clásico del debate se centra en dos humedales idénticos, uno en un paisaje forestal prístino y otro en un paisaje intensamente desarrollado. Se supone que ambos tienen capacidades internas equivalentes para secuestrar contaminantes, modificar las cargas de nutrientes y proporcionar hábitat, pero las condiciones del entorno hacen que la oportunidad de que se produzcan estas funciones difiera significativamente.

Por Nerea Pico

Bienvenid@, soy Nerea Pico. Te invito a leer mi blog, soy una apasionada de la naturaleza.