La selva amazónica
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Al reconocer y conservar todos los tipos naturales de ecosistemas, conservamos el entorno natural para que las especies sobrevivan y evolucionen. Centrarse en la diversidad de los ecosistemas proporciona un “filtro grueso” para conservar la biodiversidad, lo que nos permite, por un lado, “mantener las especies comunes”, pero luego centrarnos en un subconjunto de especies que requieren una atención especializada (es decir, el “filtro fino”). Por lo tanto, documentar los cambios en la extensión y protección de los ecosistemas es esencial para comprender el estado de la biodiversidad y los servicios ecosistémicos relacionados.
Históricamente, los macrogrupos de vegetación de bosques y arboledas abarcaban el 55,3% de la superficie, los bosques tropicales el 30,3% y los bosques templados el 25%. Las clases de vegetación de matorrales y pastizales se extendían por el 28,6%, siendo la mayoría (17%) matorrales y pastizales semidesérticos fríos. El desierto y el semidesierto ocupan el 14,1% de la superficie, dividido casi por igual entre los tipos de desierto cálido y frío. La extensión potencial global de los tipos de macrogrupos en toda el área de estudio varió desde un máximo de 2.211.332 km2 para la pradera mixta y de festuca de las Grandes Llanuras hasta 13 tipos que tenían cada uno <1.000 km2.
Bosque tropical húmedo
Existen ocho grandes biomas terrestres: bosques tropicales, sabanas, desiertos subtropicales, chaparral, praderas templadas, bosques templados, bosques boreales y tundra ártica. Los biomas son entornos a gran escala que se distinguen por rangos de temperatura y cantidades de precipitación característicos. Estas dos variables afectan a los tipos de vegetación y vida animal que pueden existir en esas zonas. Dado que cada bioma está definido por el clima, un mismo bioma puede darse en zonas geográficamente distintas con climas similares (Figuras 1 y 2).
Figura 2. La precipitación y la temperatura son las dos variables climáticas más importantes que determinan el tipo de bioma en un lugar concreto. Crédito: “Climate influence on terrestrial biome” de Navarras es de dominio público, CC0
Los bosques tropicales se encuentran en las regiones ecuatoriales (Figura 1) y son el bioma terrestre con mayor biodiversidad. Esta biodiversidad está extraordinariamente amenazada principalmente por la tala y la deforestación para la agricultura. Las selvas tropicales también se han descrito como la farmacia de la naturaleza por el potencial de nuevos fármacos que se esconde en gran medida en las sustancias químicas producidas por la enorme diversidad de plantas, animales y otros organismos. La vegetación se caracteriza por plantas con raíces extendidas y hojas anchas que se caen a lo largo del año, a diferencia de los árboles de los bosques caducifolios que pierden sus hojas en una sola estación.
Clima de la selva tropical
Los bosques tropicales siguen perdiéndose a un ritmo acelerado, aunque la deforestación ha disminuido recientemente en algunos países. La pérdida neta de bosques ha disminuido considerablemente en la última década, en gran parte debido a la expansión forestal en las regiones templadas.
La mejor información sobre los hábitats terrestres se refiere a los bosques, que actualmente ocupan aproximadamente el 31% de la superficie terrestre de la Tierra. Se estima que los bosques contienen más de la mitad de las especies animales y vegetales terrestres, la gran mayoría de ellas en los trópicos, y son responsables de más de dos tercios de la producción primaria neta de la tierra, es decir, de la conversión de energía solar en materia vegetal.
La deforestación, principalmente la conversión de bosques en tierras agrícolas, está mostrando signos de disminución en varios países tropicales [Véase el Recuadro 5 y la Figura 7], pero continúa a un ritmo alarmante. Entre 2000 y 2010, algo menos de 130.000 kilómetros cuadrados de bosque se convirtieron a otros usos o se perdieron por causas naturales, frente a los casi 160.000 kilómetros cuadrados anuales de la década de 1990. La pérdida neta de bosques se ha ralentizado considerablemente, pasando de unos 83.000 kilómetros cuadrados al año en la década de 1990 a poco más de 50.000 kilómetros cuadrados al año entre 2000 y 2010. Esto se debe principalmente a la plantación de bosques a gran escala en las regiones templadas y a la expansión natural de los bosques. Dado que los bosques recién plantados suelen tener un bajo valor en cuanto a biodiversidad y pueden incluir una sola especie de árbol, la ralentización de la pérdida neta de bosques no implica necesariamente una ralentización de la pérdida de biodiversidad forestal mundial. Entre 2000 y 2010, la extensión mundial de los bosques primarios (es decir, sustancialmente inalterados) disminuyó en más de 400.000 kilómetros cuadrados, una superficie mayor que la de Zimbabue.
Importancia del ecosistema forestal tropical
Según el estudio, la temperatura óptima media de los ecosistemas terrestres oscila entre los 20°C y los 32°C (26°C ± 6°C), siendo las regiones más cálidas las que presentan valores más altos que las regiones más frías. La capacidad de un ecosistema para crecer y capturar dióxido de carbono (CO2) disminuye bruscamente si la temperatura del aire supera su temperatura óptima.
El dato en cuestión es muy relevante porque los ecosistemas terrestres son sumideros de carbono y su capacidad de captación de emisiones es un factor clave en las proyecciones del cambio climático. Hasta ahora, sin embargo, las predicciones sobre cómo podrían aclimatarse esos ecosistemas no han tenido en cuenta sus temperaturas óptimas.
La temperatura óptima de un ecosistema constituye en realidad un límite, que indica el alcance de su margen de adaptación al calentamiento. Si la temperatura media del aire se eleva por encima de la óptima, la capacidad de crecimiento y de retención de CO2 del ecosistema disminuye considerablemente debido al estrés hídrico, la aceleración del envejecimiento de las hojas y el aumento del grosor de las mismas, entre otras causas
El meticuloso estudio ha consistido en recopilar y analizar una amplia gama de información, como datos sobre la productividad y la capacidad de fotosíntesis, temperaturas medias diarias, observaciones por satélite de la vegetación y su distribución geográfica, y datos de unas 500 torres de flujo (que analizan los flujos de aire, los intercambios de CO2 y la proporción de emisiones que absorben las plantas) en todo el mundo.